ARTE, CULTURA E IMPOSTURA, Domingo Mestre
Arte, cultura e impostura
 
Esta publicación supone para mí el cierre de una etapa que se abre con la escritura del primer texto en 1996 y coincide con la llegada al poder del Partido Popular, que conquista, de forma sucesiva e imparable, el Ayuntamiento de Valencia, la Generalitat Valenciana y el Gobierno Central. Al mismo tiempo aparecen por todo el Estado nuevas iniciativas asociativas entre los artistas, generándose una ilusionante dinámica cuya manifestación más visible fue el encuentro Posiciones de Bilbao, celebrado en 1998. Mi participación en este acto de hoy, vinculado al nacimiento de una nueva asociación de artistas en Valencia, Alicante y Castellón (AVVAC), conlleva la ingenua esperanza de que este punto y aparte personal coincida otra vez, por venturoso azar, con el inicio de algún cambio -para mejor- en las políticas culturales de nuestro entorno más próximo.

Volviendo al libro, Arte, cultura e impostura es una compilación de artículos, fotografías y documentos que recogen mi particular visión de las políticas y subpolíticas culturales de los últimos doce años. En sus páginas aparecen referencias a colectivos tan diferentes como el Comité Ciudadano para la Nominacion de Valencia Capital Tercermundista de Europa, la primera experiencia asociativa de los artistas en Valencia (AAVV se constituyó en 1996 y se disolvió en 2000) o las divertidas escaramuzas de los ex Amics de l'IVAM. Para completar la panorámica, también se incluyen, como anexo documental separado, algunos comunicados y manifiestos de los muchos que he firmado durante todos estos años.

Uno de los temas recurrentes es el del absurdo que rige el funcionamiento de buena parte de las instituciones públicas; absurdo que, todo hay que decirlo, es bastante independiente del signo político de quienes las impulsan. Así sucede, por ejemplo, con el Pla de Rehabilitació i Promoció Pública de l'Artista Desconegut, concebido como parodia de algunas iniciativas del PSOE, o el Plan de Fomento de la Salud y las Buenas Costumbres, que a quien interpelaba era al gobierno de CIU en Cataluña..

Siguiendo sus páginas puede rastrearse también la evolución de las políticas culturales de los conservadores valencianos, en cuyos orígenes dominaba el desprecio y el desinterés por el arte contemporáneo, puesto de manifiesto en el virulento rechazo que despertó la instalación de lo que hoy se conoce como La pantera rosa, la escultura/fuente de Miquel Navarro que supuso el primer paso hacia la normalización estética de la ciudad de Valencia. A mediados de los 90, la gran iniciativa cultural de los populares es la solicitud de la capitalidad europea de la Cultura para el 2001, un proyecto en el que se embarca el Ayuntamiento de Valencia sin más argumentos que el victimismo de haber quedado fuera de los grandes fastos del 92 (Olimpiadas en Barcelona, Expo en Sevilla y Capitalidad Cultural de Madrid). A título de anécdota, la primera decisión del proyecto Valencia III Milenio, que es la única iniciativa que se organizó de forma seria para intentar ganarse esa nominación, fue desmantelar una biblioteca pública para instalar allí sus oficinas. Poco más hicieron, y cuando quisieron darse cuenta ya era otra la capital designada. El problema es que aquel fracaso fue también el pistoletazo de salida de una extraña carrera por situarse en el extremo opuesto. Son años en los que Consuelo Ciscar tiene carta blanca y se traducen en un alocado malgastar que llega a su cenit con la II Bienal de Valencia en 2003. Aquella fue la edición que más repercusión internacional obtuvo, aunque al alto precio de tener que secuestrar a los periodistas que acudían a la de Venecia, invitándolos, a gastos pagados (avión+hotel+paella) para que hicieran algún comentario sobre nuestra ciudad. También fue la edición más contestada, porque a esas alturas ya nadie dudaba de que todo aquel despilfarro no tenía nada que ver con la cultura de los valencianos, ni iba a suponer ningún beneficio real para el sector artístico. Fue por ello que, desde Ciutadans..., organizamos las jornadas Realitats de la Ciutat, en las que, por cierto, apenas faltó un pelo para que a Florenci Guntín le partieran la cara los seguretas de la bienal.

A  partir de ese momento, la curva del gasto -y del interés- institucional por las artes visuales se vuelve a invertir, más que nada porque se descubre el potencial espectacular de los deportes de alta tecnología, primero de la Copa américa y después de la Fórmula 1. A grandes rasgos, podría decirse que, desaparecidas o paralizadas todas las iniciativas de esa época, volvemos a estar ahora como a mediados de los 90, llorando otra vez para que nos concedan la capitalidad europea de la cultura en 2016, pero sin hacer gran cosa para merecerlo.

En este sentido, voy a usar un par de datos que me parecen significativos. Si consultamos el Plan Estratégico de la ciudad de Valencia para el periodo 2007-2015 veremos que no hay allí ninguna referencia concreta al arte contemporáneo y lo de la capitalidad cultural europea ni se nombra. El Plan se limita a proponer la coordinación estratégica de todas las actividades culturales con las infraestructuras de la Ciudad de las Artes y las Ciencias y a fortalecer los proyectos que actúen como motor de algo tan vago como la "cultura mediterránea". En cuanto a la Generalitat, a día de hoy no existe ninguna herramienta de este tipo, motivo por el que cada Consellería va haciendo lo que se le ocurre, sin más directrices que las de la inspiración o el capricho del titular. Pero eso va a cambiar muy pronto, porque el presidente Camps se ha comprometido, hace un par de días, a crear un Consejo de Desarrollo Estratégico cuya función será: "conseguir que la Comunitat tenga la mejor comunicación, los mejores polígonos industriales, la mejor calidad en la formación de las personas, el mejor conocimiento al servicio de la innovación y el desarrollo de las pequeñas y medianas empresas". Tampoco hay ninguna referencia, como se puede ver, al papel del mejor arte contemporáneo o tan siquiera al de la mejor cultura democrática, y eso refuerza mi hipótesis de que tras la curva despilfarradora de la primera mitad de la década, volvemos a estar ahora frente a un posicionamiento respecto a las artes y las culturas bastante parecido al que había hace unos 15 años. Hablando claro: no saben qué hacer con ellas -y eso, dada la experiencia, no es necesariamente malo.

Otro dato a tener en cuenta: la gran noticia de la semana pasada fue el anuncio de Trinidad Miró, la consellera de Cultura, de que iba a eliminar el presupuesto de compra del IVAM para el año que viene (el de este año fue de 2 millones de €). La respuesta social fue tan tajante por todos los consultados que, al día siguiente, fuentes de la Generalitat desautorizaban a Miró afirmando que había sido un lamentable error y que en realidad sólo se iba a recortar ese presupuesto en 100.000 €. Sin entrar en juicios de valor sobre si ésta es una buena o mala noticia, lo que aquí se demuestra es que sí que es posible influir, desde abajo, en las políticas que se diseñan desde arriba. Y es esta constatación la que me lleva a lanzar una pregunta para que se quede en el aire: ¿vamos a dejar que sigan siendo los periodistas quienes designen a los portavoces de los artistas -en este caso fueron Sanleón y Michavilla- o seremos capaces de dotarnos, a nosotros mismos, de una voz colectiva que resulte imposible ignorar?

La relación entre este libro y lo que hoy es AVVAC viene de antiguo. Hace algo más de un año que conocí al presidente, cuando estaba organizando las Jornadas Infraestructuras emergentes y me pidió que sacara el tema asociativo, aunque fuera de refilón, en mi participación en las jornadas. Y fue también a raíz de aquella entrevista que a Álvaro de los Ángeles se le ocurrió la idea de editar un librito con algunos textos míos para presentarlo en ese momento. A mí me pareció una buena idea, he hice una compilación de escritos que cobraban nuevo sentido al agruparse; pero, al final, no llegamos a un acuerdo por una cuestión de tamaño. Pues lo que a mí me parecía apenas un librito, la mitad de lo que al final ha salido de la imprenta, a él le parecía algo demasiado grande en relación con el presupuesto y tiempo del que disponía. Como, a pesar de todo, me gustaba bastante la recopilación que había hecho, le pasé aquel esbozo de libro a algunos amigos para que me dieran su opinión. Y Francesc Vidal fue el primero en contestar, diciéndome que le había gustado mucho y ofreciéndose como posible editor desde el Priorat Centre d'Art. Hubo también otra editorial valenciana que se interesó por el tema, pero al final opte por hacerlo con Francesc, que ante todo es un buen amigo, y siempre me dio libertad para elegir la opción que más beneficiosa fuera para mí.

El libro ya estaba en marcha cuando el tema asociativo volvió a cruzarse conmigo, y en esta misma sala, por dos ocasiones. La primera, de la mano de Jose Luis Pérez Pont y con Florenci Guntín y el presidente de la asociación de Madrid (AVAM) en la mesa, coincidiendo con las Emergencias organizadas por la Tejedora. Y la segunda, hace un par de meses, al hilo de la exposición Herramientas del arte en la Sala Parpalló. Y quiso la casualidad, que justo al día siguiente, me llegara una encuesta de satisfacción de la Asociación de Artistas Visuales de Cataluña, en la que me pedían mi opinión sobre la relación profesional que había mantenido con el Priorat Centre d'Art

Aquella fue la coincidencia que me animó a volver a implicarme, de forma activa, en la creación de una nueva asociación, pues ponía de relieve las enormes diferencias que existen entre trabajar arropado por el colectivo o hacerlo a pelo, en lucha individual contra los elementos. Implicación que temporalmente voy a dar por concluida con esta presentación, y lo voy a hacer por varios motivos. El primero, porque aunque voy a seguir ocupándome de las políticas culturales valencianas, lo que el cuerpo me pide ahora es un posicionamiento cada vez más distante, que me permita alejarme de la perspectiva del artista para entender mejor las múltiples facetas que influyen en el campo de las artes y de la cultura. El segundo motivo es que considero que mi vinculación con el primer proyecto asociativo, y con determinada forma de entender el activismo cultural, podría significar un pesado lastre para el proyecto que ahora empieza, y más aún después de presentar este libro en el que no he hecho ningún esfuerzo por disimular mis fobias políticas. Y, en tercer lugar, porque hasta que todos los artistas valencianos no hayan dedicado tres años y tres meses de su vida al proyecto asociativo, a mí me parece que no me vuelve a tocar tirar del carro.

Y con este compromiso de apoyar a AVVAC, pero manteniéndome a partir de ahora al margen, doy por terminada esta presentación, no sin antes advertir que aunque el Manual se distribuye gratuitamente, que es algo que me parece muy bien, yo no pienso regalarle a nadie este libro, porque me parece que una de las rutinas con las que hay que acabar cuanto antes, es con la de no darle valor económico a nuestro trabajo. El capital simbólico está muy bien, y forma parte de las gratificaciones que uno obtiene haciendo estas cosas, pero no es suficiente. No obstante, quien tenga los bolsillos vacíos, que no se preocupe demasiado porque como ni Francesc ni yo buscamos hacernos ricos con el negocio, ninguno de los dos nos hemos reservado el derecho de copia, ni sobre los escritos ni sobre el conjunto de la edición, por tanto, quien quiera ahorrarse unos eurillos sólo tiene que pedir prestado el ejemplar que hemos donado a AVVAC -asociándose primero, claro- y tirar después de fotocopiadora. En fin, que muchas gracias por aguantarme.